Quieto

¿Ese reloj rosado será suyo o será de su mamá?
Ni suyo ni de la señora; ahora es mío.
Entrégueme los pisos que usted hoy sigue descalzo,
tiene chiquita la pata y mero gusto de anciano pero...
écheme en este maletín también su billetera.
Saque papi la cédula que no quiero dejarlo sin
per-so-na-li-dad.

Dos billetes de dos mil y un mísero gaitán,
mero presupuesto de vigilante;
pa'la empanada y el buseto.
¿Tarjeta débito?
Claro que no tiene.
¿Libreta militar?
Tampoco.
¿Sumercé será remiso?
¿Bueno pa'recluta regular contraguerrilla?
Bueno pa'sapiarlo en el cuartel.
Pero con esa cara de susto
no creo que aguante ni pa'cantimplora.

Deme la camiseta sin mente y sin demora.
¿Ese gatico lo pintó usté o la camisa ya venía pintada?
Pase pa'cá esa gorra pecueca pero escandalosa que me sirve para un disfraz.

¿Tiene frío?
Apure entonces que yo en esto
no gasto más de uno-veinticinco
y hoy salí a tumbar mi propia marca.

El pantalón,
mero bluyín de obrero:
duro, barato y cáscara.
De todas formas
bájeselo que me lo cargo.

¿Ahí va el celular?
Nokia 5125 forro verde fosforescente
como el de Freddy Camacho,
el de la primera lámpara telefónica.

Sáquele la sim card
y métasela en el mismo hueco
donde se va a meter la cédula.

Deje la tembladera la rogadera
que si me sacia me toca usar la herramienta
y a mí la sangre me pone payaso.

¡Pero mire esos calzoncillos
con tres rotos en el ciezo!
¡Quíteselos que por eso es un pobre
y me da un abrazo!

Qué pena joven pero en esta mañana
hermosa de noviembre dieciséis
usted se devuelve empeloto.

Tenga mucho o tenga poco
al cliente siempre se le atiende con esmero.
Yo no puedo despreciarlo,
yo no soy pirobo,
yo lo suyo lo valoro
y por eso
me lo llevo.

Quieto quieto quieto...