El Sangriento Final De Bobby Johnson
Nunca debió amanecer aquel día gris en Nueva York
en que a los Johnson se les ocurrió ir de visita al zoo
nunca debió amanecer para el pequeño Bobby.
Que quiso realizar el sueño de tantos escolares
metiéndose en la jaula de los osos polares
(oh) nunca debió amanecer.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
maldito el día en que se te ocurrió
llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
llora desconsoladamente
y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
los pingüinos no dejan de llorar.
Los osos no fueron conscientes de su error
notaron, eso sí, un ligero cambio de sabor
no les acabó de convencer el pequeño Bobby.
Estaba poco hecho, yo lo hubiera dejado diez minutos más en la sartén
yo le habría añadido una pastilla de Avecrem
a cualquier cosa le llaman hoy comer.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
maldito el día en que se te ocurrió
llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
llora desconsoladamente
y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
los pingüinos no dejan de llorar.
en que a los Johnson se les ocurrió ir de visita al zoo
nunca debió amanecer para el pequeño Bobby.
Que quiso realizar el sueño de tantos escolares
metiéndose en la jaula de los osos polares
(oh) nunca debió amanecer.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
maldito el día en que se te ocurrió
llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
llora desconsoladamente
y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
los pingüinos no dejan de llorar.
Los osos no fueron conscientes de su error
notaron, eso sí, un ligero cambio de sabor
no les acabó de convencer el pequeño Bobby.
Estaba poco hecho, yo lo hubiera dejado diez minutos más en la sartén
yo le habría añadido una pastilla de Avecrem
a cualquier cosa le llaman hoy comer.
Y ahora todo el mundo llora (papara)
Mr. Johnson echa la culpa a su señora
maldito el día en que se te ocurrió
llevar al niño de paseo al zoo de Nueva York
El presidente de la compañía de seguros
llora desconsoladamente
y soportando las estúpidas miradas de la estúpida gente
los pingüinos no dejan de llorar.
Credits
Writer(s): Jose Luis Moro Valentin Gamazo
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