Carta a Usted
Señora,
según dicen ya usted tiene otro amante
lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda
sin haber sido esposa.
Ni pretendo tampoco discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus goces
y su lecho.
Pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.
Perdón si es que la hiere en mi reproche
perdón,
aunque sé que la herida no es en el corazón
y para perdonarme piense si hay más derecho,
que en lo que yo le digo
que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto, en una fiesta
puede ser una viuda pero no como tantas
de un difunto señor,
sino para ella sola
viuda de un gran amor.
Y nuestro amor, recuerda
fue un amor diferente
al menos al principio, ya no naturalmente.
Usted era el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire, será hermoso o vulgar.
Usted era la flor,
que según quien la corta es algo que no muere
o es algo que no importa.
O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño
y usted una aventura.
Usted juró cien veces, ser para siempre mía
yo besaba sus labios
pero no lo creía.
Usted sabe y perdóneme
que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quién quizás le jure lo mismo en este instante.
Y como usted señora ya aprendió a ser infiel,
a mí así de repente
me da pena por él.
Sí es cierto,
alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana
me olvidé de su puerta.
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida,
mirándome en los ojos de una desconocida.
Y también es posible que mi amor indolente,
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente,
sin embargo señora,
yo, con sed o sin sed
nunca pensaba en otra
si la besaba a usted.
Perdóneme de nuevo si le digo de nuevo estas cosas,
pero, ni los rosales dan sólamente rosas
y no digo estas cosas ni por usted
ni por mí
sino por los amores que terminan así.
Pero vea señora que diferencia había
entre usted que lloraba y yo que sonreía,
pues nuestro amor concluye con finales diversos,
usted besando a otro,
yo escribiendo estos versos.
según dicen ya usted tiene otro amante
lástima que la prisa nunca sea elegante.
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa,
se resigne a ser viuda
sin haber sido esposa.
Ni pretendo tampoco discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus goces
y su lecho.
Pero el amor señora cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.
Perdón si es que la hiere en mi reproche
perdón,
aunque sé que la herida no es en el corazón
y para perdonarme piense si hay más derecho,
que en lo que yo le digo
que en lo que usted ha hecho.
Pues sepa que una dama con la espalda desnuda
sin luto, en una fiesta
puede ser una viuda pero no como tantas
de un difunto señor,
sino para ella sola
viuda de un gran amor.
Y nuestro amor, recuerda
fue un amor diferente
al menos al principio, ya no naturalmente.
Usted era el crepúsculo a la orilla del mar,
que según quien lo mire, será hermoso o vulgar.
Usted era la flor,
que según quien la corta es algo que no muere
o es algo que no importa.
O acaso cierta noche de amor y de locura
yo vivía un ensueño
y usted una aventura.
Usted juró cien veces, ser para siempre mía
yo besaba sus labios
pero no lo creía.
Usted sabe y perdóneme
que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quién quizás le jure lo mismo en este instante.
Y como usted señora ya aprendió a ser infiel,
a mí así de repente
me da pena por él.
Sí es cierto,
alguna noche su puerta estuvo abierta
y yo en otra ventana
me olvidé de su puerta.
O una tarde de lluvia se iluminó mi vida,
mirándome en los ojos de una desconocida.
Y también es posible que mi amor indolente,
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente,
sin embargo señora,
yo, con sed o sin sed
nunca pensaba en otra
si la besaba a usted.
Perdóneme de nuevo si le digo de nuevo estas cosas,
pero, ni los rosales dan sólamente rosas
y no digo estas cosas ni por usted
ni por mí
sino por los amores que terminan así.
Pero vea señora que diferencia había
entre usted que lloraba y yo que sonreía,
pues nuestro amor concluye con finales diversos,
usted besando a otro,
yo escribiendo estos versos.
Credits
Writer(s): Clemente Hector Videla
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