La Sirena

Era una noche de playa, de esas serenas
Donde las parejas se llenan de arena
Y los chiringuitos se quedan dormidos después de trabajar
Bañadores y toallas soñando tendidos en balcones que dan al mar

Matrimonios con niños por el paseo marítimo
Y yo sentado solito pesando
Cómo estaría la gente ahora en mi ciudad
Yo por mi parte muy agustito, hasta que pasó lo que voy a contar

De repente, aparece por la orilla
No sé si un sueño o una maravilla
Una chica desnuda y me tuve que pellizcar

―Do you speak english? ―le dije
―No me he perdido. ¡Tranquilo! ―me contestó―
Soy una sirena, como esas de los cuentos que te contaron
No sé si tan guapa como nos pintan pero como ves, no estoy mal
Solo tengo esta noche y antes de que salga el sol tendré que regresar
Que estas piernas son solo, un regalito temporal.

Le presté mi camiseta, con la toalla se hizo una falda
Fuimos al piso, una amiga le prestó ropa y salimos a navegar
Por las calles de las que tantas veces había oído nombrar

―No quiero visitas turísticas. Llévame a ver la gente
A ver como ríen, hablan, se enamoran. Llévame a bailar
Esas cosas con las que sueño de noche en el fondo del mar

Así que allá nos fuimos, de bares de copas
La música, el ruido y pasaban las horas
Y ella estaba como loca de felicidad
―Solo me falta una cosa y lo sabes ―me dijo.
―Solo me falta una cosa y lo sabes ―me dijo― que me enseñes a besar

Y en mitad de aquella pista, de esa discoteca,
Entre guiris tostados y canciones
horteras sin darme cuenta la fui a besar
Insensato de mí porque hay fronteras que no se deben cruzar

Comprendí que los besos que dan las sirenas
Son besos y nada más, pero eso sí, con extra de sal
Y la luz de las estrellas fue testigo ocular
Del amor imposible entre la tierra y el mar

Ya estaba amaneciendo, volvimos de la mano un poco borrachos,
Y en la arena se culminó lo que había que culminar
―Ay, no se qué tengo aquí dentro del pecho que no me quiero marchar
―No te preocupes,
cariño ―le dije― lo que te duele no es grave y se
pasa, durará algunos días, pero es bastante normal
―No me olvides ―me repitió mientras desaparecío en el mar.

Yo volví a mi piso, pasé como pude el verano con los amigos
Y luego, otra vez de nuevo, de regreso a la ciudad
Y ahora, cada vez que como con gente, me dicen:
―¿Por qué le pones a las comidas tanta sal?

Comprendí que los besos que dan las sirenas
Son besos y nada más, pero eso sí, con extra de sal
Y la luz de las estrellas fue testigo ocular
Del amor imposible entre la tierra y el mar

Comprendí que los besos que dan las sirenas
Son besos y nada más

Pero a veces
Pero a veces
Pero a veces
Escuecen igual que los demás



Credits
Writer(s): Imeldo Cabrera Ordez
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