Manifiesto

No creemos en las cercas
Porque nos pusieron lejos,
Porque siempre, cerca o lejos,
Es aquí y es bajo el sol;
No en enanos viejos soles
Que por más y más espejos
Son apenas espejismos
De los soles que no son.
No creemos en fronteras, no creemos en estatuas.
Creemos en la palabra, creemos en la canción.

No creemos en los hijos
Malparidos por la lengua
Ni saciamos nuestra lengua
Con discurso adulador,
No en la rimas adulantes
Que se venden por docenas
Y provocan, cada doce,
Un suspiro comprador;
No en los largos cuellos blancos de corbatas apretadas,
No en rodillas, no en arcadas; sí en los puños y en la voz.

Creemos
En los callos de las manos de los viejos,
En el verso que revienta pecho adentro
La garganta de quien canta con valor.

Creemos
En la dignidad que muerde en cada intento
De empuñar la mano y acercarla al tiempo
En que rían los caídos de otro sol,
En que rían porque se escuchó su voz.
En que rían porque se escuchó su voz.

No creemos en palabras
Que se mueren en la boca,
Ni ensuciamos nuestra boca
Con la buena educación,
No en rodillas educadas
Para doblegar la prosa
Del que versa y va prosando
En rima exacta una canción;
No en las arcas opulentas de tiranos con sotana
Que negocian con las almas la limosna y la razón.

Creemos
En la sombra que dejaron los que fueron
Para dar cobijo al paso del viajero
Que camina sin dejar de ver atrás.

Creemos
En la letra como fuerza en movimiento,
En cabezas que no agachan nunca el gesto
Porque es cosa de cobardes olvidar,
Porque es cosa de cobardes olvidar,
Porque es cosa de cobardes olvidar.

Creemos
En legitimar palabra en libertad.