Ushuaia

Y alguna vez dijiste que volveríamos a volar.
Lejos de aquí.
Lejos del interminable bullicio de la ciudad,
y de la imposibilidad de trascender.
Una transición incompleta, una huida inconclusa,
una esperanza marchitada,
como un diente de león que no logra llegar a formar sus semillas.

Encontraste en lo desconocido
una interesante percepción del futuro.
La necesidad de experimentar, y de arriesgarlo todo.
De vivir, aquello que se supone debías vivir,
sin importarte ni por un instante el precio a pagar.
Fría e implacable como la nieve que cae en el fin del mundo.

Reina de hielo, de saber que mancharía tu blanca piel
con la sangre derramada por mis venas
no me habría arriesgado a intentar alcanzarte
después de la irremediable herida.
Oh, si hubiese sabido que al final no te molestarías ni siquiera
en intentar arreglar todo eso que habías roto.

"Sólo olvídalo".

Yo no pedí sentir el agua helada y afilada, que cala hasta los huesos.
Yo no pedí ahogarme en este mar del fin del mundo.
¿O es que acaso es el principio?
Las estrellas me dicen que Ushuaia cambió abismalmente
todo lo que alguna vez significó
el contacto de nuestras manos, piel contra piel.
Y que ya no importa que esa chispa en mis ojos
se haya desvanecido de nuevo.
Bienvenida sea la oscuridad.

Sólo quiero descansar y dejar de pensar en lo efímero de la vida.
Lo efímero de tu sonrisa, o de que fuera yo la causa de ella.
Si al final lo único que importa es su permanencia
¿qué mas da que la razón sea alguien más?
Nos cansamos de esperar que algo cambiara.

Y volví a sentir la espada de hielo atravesarme el pecho...
pero esta vez no había corazón que pudiera lastimar.
Lo tenías en tus manos, y olvidaste que estaba ahí.
Por un segundo, o por una eternidad.
Sea como sea no cambia nada.

Mi cuerpo en llamas jamás volverá a ser extinguido
por una razón tan desacertada
como la pérdida inevitable de un motivo para arder.
Me rehúso a dejar que la marea apague mi fuego.
He vivido tantas veces la reconstrucción,
que por una vez no estoy ni un poco abrumado
por volver a juntar mis propios pedazos.

Ya no hay tiempo, y lo único que desearía saber,
es si el marcharme es realmente una solución,
o es sólo una forma de completar
la huida que en un principio sería de ambos.
Yo no pedí sentir el agua helada y afilada,
que cala hasta los huesos.
Yo no pedí ahogarme en este mar del fin del mundo.
Quizá es cuestión de perspectiva.

Aventura es singular.



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