Interludio VII

Demasiado tardíos los laureles,
Que florecen sobre la tumba,
Solo su presencia aderezó
Un jardín interminable, el cadáver firmaba

El sí a la muerte, al hombre sí y su respuesta,
En un vaivén de noches domingueras,
En mi alma alada y herida
No existe la muerte, solo come y bebe a mi costa

¡Denle una oportunidad a la faz! Estaba pensando,
Mientras calaca de nombre incierto, invadía mi jardín de casa muerta;
No podemos matar al tiempo sin herir la eternidad
Pensaba, errando entre sombras, en la profunda soledad

A veces amanezco y hasta mi alma está húmeda,
¿No ves mi boca? Hoy creo que debí pensarlo dos veces,
Sobre la zanja rodante del alba
Cuando la sombra rondaba con un niño al que estrangulaba

"Abismo trémulo" dejaré de amar la luz,
Porque amar a la luz, sería amar a la nada
Y en mis ojos ausentes,
La desdicha, rebrota en sangre, rebrota



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