Sangre Bajo la Piel

Generalmente las cosas llegan y después de van pero ella no.
Jamás llegó y todavía no quiere irse.
Tengo escoliosis lumbar y dorsal.
Amo la lumbar porque permanece ante la ausencia de mis costillas flotantes.
Está conmigo al escribir esto.
Siempre está, realmente.

Estar torcida.
A un lado, luego al otro.
Porque la columna busca compensarlo, lastimándome más.
Es un retumbar de tambor, una suspensión del orden.
Le he dicho miles de veces que no puedo ayudarla a escapar de mi, si eso es lo que quiere.
He aprendido a amarla, no estoy sola.
Cuando duermo a veces deja que la abrace, y está bien, me hiela los huesos, pero esta bien.

Todo se siente muy sustancial, como ver mi reflejo muerto, en esqueleto.
A veces pienso que vive ahí también.
Es que es un silencio instalado en mi.

Me roba cosas y esconde mis ideas.
Se alimenta de mis sueños.
Mi e scoliosis es la sombra de todos mis huesos y los hongos de mis pensamientos más huecos.
Es dos puntos rojos bajo mis ojos y una colección de dolor bien guardada.
Debo asumir su esencia, ojalá sepa que ella es la mía.

Tenerla dentro de mí es como un ser que quiere salir pero se atora con mis costillas.
Tenerla aquí es como ver los ojos de un ciego y entrar a la risa de un mudo.

El frío entra en mis venas y comienza a correr hasta que lo siento en las rodillas, truenan, gritan.
El frío entra en mis arterias y comienza a aventar cosas hasta que lo siento en la cadera
se hace bolita, llora.
Salta a las primeras costillas y comienza a escalar poniendo sus pies descalzos en las vértebras, pesa, se agita.
Se sacude y se rasguña. Se mete las manos en la boca, intenta saltar, excavar, romper y gritar ayuda.
Se cansa y cae al piso rendida.

Durante los siguientes días, deambula como medusa entre su escenario y se instala como el silencio en un tronco torcido.
Queriendo salir y suspendiendo el orden.