Santiago, 1900
Santiago, mil novecientos
Aunque capital de Chile
La ciudad es un desfile
De cruentos padecimientos
Viviendas de hacinamiento
Donde habita el proletario
Sin mínimos sanitarios
En mohosos conventillos
¡Es como un cuento de Lillo
El camino al centenario!
Sin tener agua potable
Ni jabón, ni detergente
Enfermarse gravemente
Es destino inevitable
El hedor insoportable
Que expele la periferia
Pudre las venas y arterias
Del humilde que allí habita
La vida se le marchita
Entre virus y bacterias
Lo primero es observar
El fenómeno y sus causas
Observar sin hacer pausas
Observar sin parpadear
Nada puede ser azar
Al compilar
Al compilar la evidencia
Pues en cada diligencia
Hay un grano de verdad
Entender la realidad
Es lo que busca la ciencia
Poca comida y barata
Sin aporte nutritivo
Más brebajes adictivos
En tazones de hojalata
Es devorado por ratas
El obrero nauseabundo
En su paso por el mundo
Breve, sin glóbulos blancos
¡Condenados al barranco
Harapientos, moribundos!
En las lóbregas escuelas
La desgracia se sostiene
Desconociendo la higiene
Se propaga la viruela
Sin vacunas ni tutela
De un ministerio tacaño
La inmunidad de rebaño
Hay que darla por perdida
Una esperanza de vida
De apenas veintitrés años
Aunque capital de Chile
La ciudad es un desfile
De cruentos padecimientos
Viviendas de hacinamiento
Donde habita el proletario
Sin mínimos sanitarios
En mohosos conventillos
¡Es como un cuento de Lillo
El camino al centenario!
Sin tener agua potable
Ni jabón, ni detergente
Enfermarse gravemente
Es destino inevitable
El hedor insoportable
Que expele la periferia
Pudre las venas y arterias
Del humilde que allí habita
La vida se le marchita
Entre virus y bacterias
Lo primero es observar
El fenómeno y sus causas
Observar sin hacer pausas
Observar sin parpadear
Nada puede ser azar
Al compilar
Al compilar la evidencia
Pues en cada diligencia
Hay un grano de verdad
Entender la realidad
Es lo que busca la ciencia
Poca comida y barata
Sin aporte nutritivo
Más brebajes adictivos
En tazones de hojalata
Es devorado por ratas
El obrero nauseabundo
En su paso por el mundo
Breve, sin glóbulos blancos
¡Condenados al barranco
Harapientos, moribundos!
En las lóbregas escuelas
La desgracia se sostiene
Desconociendo la higiene
Se propaga la viruela
Sin vacunas ni tutela
De un ministerio tacaño
La inmunidad de rebaño
Hay que darla por perdida
Una esperanza de vida
De apenas veintitrés años
Credits
Writer(s): Felipe Ignacio Sandoval Cuevas
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