En la Gran Ciudad

Hoy no quiere hablar, hoy le cuesta tanto respirar.
Lo que ella le contó le dejó helado.
Desguace de un pequeño hogar, triste y vacío.
Donde vivieron años atrás; él, ella y su destino.

Y al volverse a encontrar, por las calles de la casualidad.
Ahora llueve en el altar de la frustración y la ingenuidad.
Luces de neón que iluminan la gran ciudad.

Sentada en su balcón intentando enumerar mil veces ni una más, su récord mundial.
La brisa que hoy es huracán, un salto mortal.

Y al querer esquivar todo el miedo que
le paralizará.
Correr sin mirar atrás, sin la condición de regresar.

Y al cerrar la puerta un -No te vayas-
se alzó.
Altavoces de piedra y orejas de hormigón.

Altavoces de piedra y orejas de hormigón

Y al salir el sol Marta dijo
-Bueno, hasta aquí llego.

Bajarse de ese tren es el precipicio entre la espada y la pared.
Esta mañana al despertar todo tenía un color tan especial.
La brisa ya no es huracán y una voz le avisa del final.

Y al amortiguar todo el peso que tiene que aguantar.
Sale el sol en el altar,
ya no hay frustración, adiós tempestad.



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