Sudamericano
Eran dos modistas, eran dos amigas.
La alta costura su debilidad.
Compartían negocio, compartían los hilos.
y algún viaje a Perpiñán.
Una era mi abuela, se llamaba Elena;
la mujer más coqueta de nuestra ciudad.
La otra era la esposa de un gran futbolista;
aquel jugador que adoraba Serrat.
Cuentan que era toda una delicia verle jugar.
Cuentan que era toda una delicia verlas animar.
Se quedaron roncas las gradas de tanto cantar,
se quedaron pequeñas las gradas de felicidad.
Eran futbolistas, eran dos amigos.
La portería su debilidad.
Uno era de Hungría, de él ya hemos hablado.
El otro Argentino y el no va más.
Cuentan que aquel día almorzaban juntos
en un hotel del Bajo Ampurdán.
Estaban celebrando que jugarían juntos
en un gran club de la ciudad condal.
Ay que historia tan divertida, qué ingenuidad.
Ay que historia tan divertida, qué ingenuidad.
Retumbaron los cañonazos en la capital.
Enviaron un emisario, un decreto Real.
Y el sudamericano voló a la capital
y abrió una herida en la diagonal,
contentó al caudillo, contentó al gobierno
y anuló las clases de catalán.
Y el sudamericano comenzó a bailar
y a aburrir al contrario con su calidad;
se puso la botas en la vieja Europa,
se ganó la gloria internacional.
Sólo le faltó un pequeño detalle por calcular.
Sólo le faltó un pequeño detalle por calcular.
En la puta vida olió desde casa el mar.
En la puta vida olió desde casa el mar.
La alta costura su debilidad.
Compartían negocio, compartían los hilos.
y algún viaje a Perpiñán.
Una era mi abuela, se llamaba Elena;
la mujer más coqueta de nuestra ciudad.
La otra era la esposa de un gran futbolista;
aquel jugador que adoraba Serrat.
Cuentan que era toda una delicia verle jugar.
Cuentan que era toda una delicia verlas animar.
Se quedaron roncas las gradas de tanto cantar,
se quedaron pequeñas las gradas de felicidad.
Eran futbolistas, eran dos amigos.
La portería su debilidad.
Uno era de Hungría, de él ya hemos hablado.
El otro Argentino y el no va más.
Cuentan que aquel día almorzaban juntos
en un hotel del Bajo Ampurdán.
Estaban celebrando que jugarían juntos
en un gran club de la ciudad condal.
Ay que historia tan divertida, qué ingenuidad.
Ay que historia tan divertida, qué ingenuidad.
Retumbaron los cañonazos en la capital.
Enviaron un emisario, un decreto Real.
Y el sudamericano voló a la capital
y abrió una herida en la diagonal,
contentó al caudillo, contentó al gobierno
y anuló las clases de catalán.
Y el sudamericano comenzó a bailar
y a aburrir al contrario con su calidad;
se puso la botas en la vieja Europa,
se ganó la gloria internacional.
Sólo le faltó un pequeño detalle por calcular.
Sólo le faltó un pequeño detalle por calcular.
En la puta vida olió desde casa el mar.
En la puta vida olió desde casa el mar.
Credits
Writer(s): Raul Fernandez Miro, Ignacio Umbert Barrera
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