Un Día Precioso para Suicidarse

Hoy no me ha costado levantarme de la cama,
estoy despejado y todo está en calma.
Abro las ventanas, da el sol en mi cara,
cantan pajaritos y las nubes son blancas.

Aprovecharé hasta el último instante,
ya que tengo el día todo por delante.
Hace un día precioso... para suicidarse.

Porque me aburre ya tanta tontería,
despertar y que sea igual que cualquier otro día.
Tanta gente tan vacía,
nada nuevo que motive mi vida...

El caso es que tendría que sacar a Trafalgar,
y también buscar a alguien que se lo pueda quedar.
Dar de baja suministros, despedirme por escrito,
anotar aquella idea sobre aquel nuevo guión y,
por Dios, si alguien lo encuentra, que por mí acabarlo pueda...
Pues es mi legado, pero no me quedaré para terminarlo.

Venga, no te encantes, que tenemos que acabar.
Podría coger un tren y decidirme a saltar.
Pensaba en colarme y el billete no pagar,
pero qué más da, poco queda por gastar.

-Señor revisor, el billete tenga usted,
es el código en el móvil, pues pagué por Internet.
Él me mira suspicaz como si no fuera normal:
-Esto a mí no me va- Problema mío no es...
-Dinero en metal- No es el siglo XVI...
-Se tendrá usted que bajar.- Tu madre se va a bajar.
La vamos a tener...
¡Revisor cabrón, me voy a denunciarle!
Al final tendré que matarme ya más tarde.
Y hacía un día precioso para suicidarse...

La tesis al final es una existencia
que hay que rellenar como mejor se pueda.
No estoy solo, estoy vacío,
ojalá pudiera llenarme contigo.

Si la felicidad son pequeños momentos,
¿qué hacemos al final con el resto del tiempo?
Algún día hay que parar para mirar al cielo,
y dejar de alimentar este ciclo tan enfermo.

Tanto lío, que al final, vuelvo a casa sin matarme.
Y mi perro está contento al ver la puerta que se abre.
Hoy ya me quedaré, y lo de suicidarme...
Mejor ya lo haré, quizá más adelante...