Fausto y el Mundo Sin Alma
Esta es la leyenda de Fausto:
Un artista de alma grande que quiso llegar más alto
Ya en su infancia
Los niños se arremolinaban en torno a su luz con celos y alabanzas
Fausto influía en las personas
Que lograban sentirse menos desdichadas y solas
La voz corrió enseguida:
Un artista puede salvar con su alma a las almas deprimidas
Atraído por el ruido, acudió el Señor del Dinero y dijo
—"Hijo, únete a mí, tienes talento
Abandona ese primitivo idioma del alma
Y yo podré ayudarte a conquistar tus deseos"
—"¿Abandonar el alma, señor?
¡Es todo cuanto tengo!
Mi único deseo es ayudar al mundo enfermo"
—"¿El mundo? El mundo no tiene remedio
Sígueme y tendrás gloria" —rió el Señor del Dinero
Se negó, trabajó sin descanso
Tiempo nefasto: cerró el museo, el teatro...
La plaza era un circulo de bulla y aplauso
Y en medio, el Señor del Dinero y su fuego fatuo
El espectáculo de la nada
Incluso la gente se burlaba de quien hablaba el idioma del alma
—"¡Ya nadie me entiende!" —clamó Fausto asustado
—"¡No quiero morir de hambre!, ¡no quiero ser olvidado!"
Asediado por las deudas y la prisa del tiempo
Fausto llamó a la puerta del Señor del Dinero
—"Te advertí, Fausto. Prefieren la mentira
La gente no quiere pensar, quiere vivir distraída
Hagamos un trato, dame tu alma
Y te enseñaré el idioma del necio
Tendrás la gloria de inmediato"
—"De acuerdo, señor. Distraeré a la gente
Para que no sienta más, para que no piense"
El Señor del Dinero tenía razón
Creando sin alma, el mundo entiende mejor
Y enseguida se hizo célebre
Cuántos laureles, cuántos fieles
Cuántos jurdeles, cuántos burdeles
La vanidad se apoderó de él
Siguiendo su éxito, otros artistas se corrompieron también
Predicaba el amor y estaba solo
Ya no sentía lo que creaba, robaba ideas a otros
Y el público volvía con alma vacía
Sin aprender nada, sin recordar nada de lo que oía
El alma comenzó a extinguirse
Hombres y mujeres traían niños sin alma a un mundo triste
Fausto, horrorizado, buscó al Señor del Dinero
Pero ya era tarde para romper el acuerdo
Y cumplió la pena más larga:
Crear sin alma para un público sin alma en un mundo sin alma
Un artista de alma grande que quiso llegar más alto
Ya en su infancia
Los niños se arremolinaban en torno a su luz con celos y alabanzas
Fausto influía en las personas
Que lograban sentirse menos desdichadas y solas
La voz corrió enseguida:
Un artista puede salvar con su alma a las almas deprimidas
Atraído por el ruido, acudió el Señor del Dinero y dijo
—"Hijo, únete a mí, tienes talento
Abandona ese primitivo idioma del alma
Y yo podré ayudarte a conquistar tus deseos"
—"¿Abandonar el alma, señor?
¡Es todo cuanto tengo!
Mi único deseo es ayudar al mundo enfermo"
—"¿El mundo? El mundo no tiene remedio
Sígueme y tendrás gloria" —rió el Señor del Dinero
Se negó, trabajó sin descanso
Tiempo nefasto: cerró el museo, el teatro...
La plaza era un circulo de bulla y aplauso
Y en medio, el Señor del Dinero y su fuego fatuo
El espectáculo de la nada
Incluso la gente se burlaba de quien hablaba el idioma del alma
—"¡Ya nadie me entiende!" —clamó Fausto asustado
—"¡No quiero morir de hambre!, ¡no quiero ser olvidado!"
Asediado por las deudas y la prisa del tiempo
Fausto llamó a la puerta del Señor del Dinero
—"Te advertí, Fausto. Prefieren la mentira
La gente no quiere pensar, quiere vivir distraída
Hagamos un trato, dame tu alma
Y te enseñaré el idioma del necio
Tendrás la gloria de inmediato"
—"De acuerdo, señor. Distraeré a la gente
Para que no sienta más, para que no piense"
El Señor del Dinero tenía razón
Creando sin alma, el mundo entiende mejor
Y enseguida se hizo célebre
Cuántos laureles, cuántos fieles
Cuántos jurdeles, cuántos burdeles
La vanidad se apoderó de él
Siguiendo su éxito, otros artistas se corrompieron también
Predicaba el amor y estaba solo
Ya no sentía lo que creaba, robaba ideas a otros
Y el público volvía con alma vacía
Sin aprender nada, sin recordar nada de lo que oía
El alma comenzó a extinguirse
Hombres y mujeres traían niños sin alma a un mundo triste
Fausto, horrorizado, buscó al Señor del Dinero
Pero ya era tarde para romper el acuerdo
Y cumplió la pena más larga:
Crear sin alma para un público sin alma en un mundo sin alma
Credits
Writer(s): Rafael Lechowski
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