La Fecunda Patagonia
Vamos a volver atrás
Al origen de esta historia
Pleno siglo diecinueve en
La fecunda Patagonia
La ciudad de Punta Arenas
Vive plena juventud
Mil habitantes apenas
Crece en terca lentitud
Los maderos calcinados
En el fuego de la estufa
Son cobijo y edredón
De familias en la bruma
Humo, leña y petricor
Es la esencia de sus calles
Sobre el pobre pavimento
Tras las lluvias a raudales
Aunque hemos de voltear
A ver los alrededores
Para comprender la causa
De los hechos posteriores
A la vista es imponente el
Estrecho de Magallanes
Cruce único en la América
Que conecta sus dos mares
Vemos leguas infinitas
De paisajes misteriosos
Arboledas y llanuras
Bajo amaneceres rojos
Tierra virgen y fecunda
Donde pastan los guanacos
Con sus crías, los chulengos
Pululando, amamantando
Prepotentes ventoleras
Que se trenzan con granizos
Y diluvios desafiantes
Para todo advenedizo
A veces se dejan ver
Con semblante introvertido
En sus balsas o en los bosques
Los habitantes nativos
Aunque el frío fuera extremo
Y los mapas no existiesen
La riqueza de sus tierras
Fue atractiva y convincente
Territorios formidables
Piedra prima para un reino
¡Alguien ha de reclamarlos!
¡Alguien sabio, alguien atento!
Eso fue lo que encontró
Un joven José Menéndez
El año mil ochocientos
Setenta y cuatro, en el muelle
Al origen de esta historia
Pleno siglo diecinueve en
La fecunda Patagonia
La ciudad de Punta Arenas
Vive plena juventud
Mil habitantes apenas
Crece en terca lentitud
Los maderos calcinados
En el fuego de la estufa
Son cobijo y edredón
De familias en la bruma
Humo, leña y petricor
Es la esencia de sus calles
Sobre el pobre pavimento
Tras las lluvias a raudales
Aunque hemos de voltear
A ver los alrededores
Para comprender la causa
De los hechos posteriores
A la vista es imponente el
Estrecho de Magallanes
Cruce único en la América
Que conecta sus dos mares
Vemos leguas infinitas
De paisajes misteriosos
Arboledas y llanuras
Bajo amaneceres rojos
Tierra virgen y fecunda
Donde pastan los guanacos
Con sus crías, los chulengos
Pululando, amamantando
Prepotentes ventoleras
Que se trenzan con granizos
Y diluvios desafiantes
Para todo advenedizo
A veces se dejan ver
Con semblante introvertido
En sus balsas o en los bosques
Los habitantes nativos
Aunque el frío fuera extremo
Y los mapas no existiesen
La riqueza de sus tierras
Fue atractiva y convincente
Territorios formidables
Piedra prima para un reino
¡Alguien ha de reclamarlos!
¡Alguien sabio, alguien atento!
Eso fue lo que encontró
Un joven José Menéndez
El año mil ochocientos
Setenta y cuatro, en el muelle
Credits
Writer(s): Felipe Ignacio Sandoval Cuevas, Víctor Manuel González Pérez
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