desde adentro aprendimos a mirarnos
desde adentro aprendimos a mirarnos,
animal y su jaula éramos todo el año
en la memoria. queríamos florecer
y nos pudríamos. queríamos nadar
y no flotábamos, hermana, todo queríamos
y ni papá ni mamá tenían
tiempo de enseñarnos nos
compraban en cambio
peces que llevábamos en bolsitas
de plástico los domingos de tianguis
peces de colores peces anaranjados
que nunca vimos crecer tanto
como en los estanques que nos
nacían tras los ojos.
los peces en la pecera vivían sólo para que los viéramos.
confinamos para observar, para entender, para estudiar.
confinamos para separar. para mantener el orden.
como si fuera necesario controlar para
entender. como si fuera necesario para que algo creciera.
son prácticas familiares: así nos enseñaban
de responsabilidad y de colores.
¿recuerdas la pecera? el calentador que había que encender
para que los peces no murieran. la fuente de oxígeno,
el alimento en hojuelas los peces limpiadores eran feos
los peces pero tenían una función: mantener limpio
el vidrio y lo transparente era su regalo.
había que encerrar
a las pescadas embarazadas porque ninguna cría
iba a sobrevivir a los peces más grandes. era una insistencia
con la vida eso, contra la vida, era artificial la manera
de sostenernos.
poníamos atención en los peces para
distraernos de nosotras para olvidar
que no habíamos ordenado la recámara y el castigo
que se vendría para olvidar que no habíamos
sacado diez en el examen y no íbamos a poder
ir al parque que esa mañana el uniforme
te había quedado más ceñido y esta vez
mi mamá no iba a querer agrandarlo. veíamos los peces
y los cuidábamos hasta que un día
de tanta comida se inflaban y comenzaban a flotar
uno por uno ya muertos los peces que sacábamos entonces
con una red sin que papá se diera cuenta.
(y no hicimos nunca lo que salía en las películas
cuando un niño les hacía un funeral y los
arrojaba por la taza. nosotras en cambio los poníamos
en el patio donde nadie veía y dejábamos que
el sol los convirtiera en una espina dorsal
recubierta de arcoiris muertos. cada uno de los peces
que se nos fueron acumulando, hermana,
cada uno de los peces que no supimos cuidar
nos pesa ahora y mi papá
sigue sin darse cuenta. nuestros hermanos los peces,
nosotras. quién podría cuidarnos.)
animal y su jaula éramos todo el año
en la memoria. queríamos florecer
y nos pudríamos. queríamos nadar
y no flotábamos, hermana, todo queríamos
y ni papá ni mamá tenían
tiempo de enseñarnos nos
compraban en cambio
peces que llevábamos en bolsitas
de plástico los domingos de tianguis
peces de colores peces anaranjados
que nunca vimos crecer tanto
como en los estanques que nos
nacían tras los ojos.
los peces en la pecera vivían sólo para que los viéramos.
confinamos para observar, para entender, para estudiar.
confinamos para separar. para mantener el orden.
como si fuera necesario controlar para
entender. como si fuera necesario para que algo creciera.
son prácticas familiares: así nos enseñaban
de responsabilidad y de colores.
¿recuerdas la pecera? el calentador que había que encender
para que los peces no murieran. la fuente de oxígeno,
el alimento en hojuelas los peces limpiadores eran feos
los peces pero tenían una función: mantener limpio
el vidrio y lo transparente era su regalo.
había que encerrar
a las pescadas embarazadas porque ninguna cría
iba a sobrevivir a los peces más grandes. era una insistencia
con la vida eso, contra la vida, era artificial la manera
de sostenernos.
poníamos atención en los peces para
distraernos de nosotras para olvidar
que no habíamos ordenado la recámara y el castigo
que se vendría para olvidar que no habíamos
sacado diez en el examen y no íbamos a poder
ir al parque que esa mañana el uniforme
te había quedado más ceñido y esta vez
mi mamá no iba a querer agrandarlo. veíamos los peces
y los cuidábamos hasta que un día
de tanta comida se inflaban y comenzaban a flotar
uno por uno ya muertos los peces que sacábamos entonces
con una red sin que papá se diera cuenta.
(y no hicimos nunca lo que salía en las películas
cuando un niño les hacía un funeral y los
arrojaba por la taza. nosotras en cambio los poníamos
en el patio donde nadie veía y dejábamos que
el sol los convirtiera en una espina dorsal
recubierta de arcoiris muertos. cada uno de los peces
que se nos fueron acumulando, hermana,
cada uno de los peces que no supimos cuidar
nos pesa ahora y mi papá
sigue sin darse cuenta. nuestros hermanos los peces,
nosotras. quién podría cuidarnos.)
Credits
Writer(s): Sebastián Muro, Yolanda Segura
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- desde adentro aprendimos a mirarnos
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